Desde la primera infancia, las niñas y los niños experimentan importantes cambios que les motivan a alcanzar progresivamente una serie de metas personales y sociales, a partir de las cuales les es posible aumentar su autonomía y reconocer el apoyo de las personas adultas en la consecución de sus objetivos. Una niña y un niño que se siente querido, importante y crece en un ambiente familiar donde se valora su esfuerzo y se le motiva a alcanzar nuevos y cada vez, más complejos logros, tendrán mayores recursos afectivos y sociales para enfrentarse ante la frustración, las dificultades y los tropiezos normales del crecimiento.