La empatía es la capacidad para comprender las emociones de las demás personas y responder en función de las mismas. Una persona empática puede comprender lo que sienten las otras personas y manejar sus propias emociones para enviar un mensaje de comprensión y reconocimiento de lo que la otra persona vive o siente.
Una niña y un niño que crece en una familia empática contará con referentes adultos que le apoyan en la vivencia de sus emociones a la vez que reconocen, aceptan y canalizan sus propias emociones. Por lo tanto el desarrollo de la empatía es la base de conductas prosociales que permitirán a la niña o el niño, en un futuro como persona joven y adulta, manejar sus emociones e impulsos para no dañar a nadie. Esta experiencia es, a la vez, la base para desarrollar la capacidad de sentirse responsable de sus comportamientos y para autorregularlos a partir de su propia reflexión.